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EDC Natura - Fundación Omacha

Con  gran asistencia de público, del 10 al 13 de abril de 2014, se ha celebrado en Vila-real (Castellón) el XI Simposium Internacional de Naturaleza y Fotografía, organizado por EDC Natura – Fundación Omacha. Congregó a un buen número de fotógrafos, biólogos y naturalistas en general con el fin de divulgar su imágenes, técnicas, viajes, investigaciones…

Aparte de numerosas ponencias, audiovisuales, conferencias, proyecciones, talleres y workshops, los actos más destacados fueron las dos mesas redondas. La primera se tituló Al borde de la extinción y en ella cuatro especialistas debatieron la problemática de la conservación de los mamíferos más emblemáticos de la Península Ibérica. La segunda, La fotografía en los viajes, versó sobre las distintas formas de enfocar sus periplos a través del mundo por parte de tres viajeros impenitentes, que participaron explicando sus múltiples planteamientos y su particular filosofía.

La actividad con mayor concurrencia fue la gala de la noche del sábado. En ella se entregaron los premios fotográficos Ciutat de Vila-real y losKaribu para jóvenes, así como los galardones EDC Natura a los científicos más destacados en el estudio, divulgación y conservación de la Naturaleza. Esta gala recibió el nombre de 10 años sin Margalef y estuvo dedicada al insigne científico fallecido en 2004. La Dra. Mercè Durfort y Albert Masó justificaron esta conmemoración con sendas reseñas y anunciaron el establecimiento del Premio Ramon Margalef a la investigación científica.

RAMON MARGALEF
Un ecólogo y naturalista universal (1919-2004)

Este año la gala de entrega de premios ha recibido el nombre de “10 años sin Margalef”, en recuerdo de su fallecimiento en 2004. En ella se comunicó que EDC Natura – Fundación Omacha ha acordado instaurar el Premio Ramon Margalef a la investigación científica, que empezará su trayectoria el año próximo, entregando el primer galardón en el XII Simposium.

Diría que un vicio que nos caracteriza es el de no valorar suficientemente lo que tenemos…  y esto ha pasado con el Dr. Margalef. En efecto, su nombre ha aparecido referenciado en miles de libros y artículos de todo el mundo, adquiriendo un prestigio internacional insólito, ya que durante mucho tiempo ha sido no ya el biólogo, sino el científico más citado de nuestro país. Si esto ha sido así siendo compatriota nuestro ¿os imagináis por un momento la repercusión que hubiera alcanzado si, en vez de ser de aquí, hubiera nacido en Boston, Seatle o Cambridge?

Su labor ha sido reconocida con infinidad de premios: en 1972 recibió la medalla Prince Albert I del Instituto Oceanográfico de París; en 1980, el prestigioso galardón Huntsman de ciencias del mar, otorgado en Canadá y considerado el Premio Nobel del Mar; en 1984 fue reconocido como foreign member of the United States National Academy of Sciences. Más tarde, le concedieron los premios Ramón y Cajal, Príncipe de Asturias… El último que recibió fue la medalla de oro de la Generalitat de Catalunya, justo antes de su fallecimiento hace ahora 10 años.

Pero todo esto no es lo más relevante, ni lo que él valoraba más. Por su carácter humilde, siempre que le felicitábamos por cualquier galardón, no le daba importancia. Lo que tiene más mérito son sus contribuciones a la oceanografía, la limnología y la teoría ecológica, con planteamientos que no sólo fueron geniales (como las formulaciones de modelos matemáticos), sino revolucionarios, como el vínculo entre la Ecología y la teoría de la información. Entre sus obras fundamentales destaca Perspective in Ecological Theory (1968, University of Chigago), con el que se dio a conocer internacionalmente (tardó 10 años en publicarse en castellano), Ecología (1974), Limnología (1983) y Our biosphere (1997). A todo esto le ayudó mucho la increíble avalancha de conocimientos que fue absorbiendo durante su vida, proporcionándole esta visión global, tan necesaria para un buen ecólogo. Todo el mundo reconoce su rigurosa ética y calidad como investigador, así como la independencia en sus opiniones: siempre decía lo que pensaba aunque tuviera que afirmar cosas «políticamente incorrectas».

Todo esto es indiscutible, pero los que tuvimos la suerte de tratarlo, aparte de estos aspectos, también disfrutamos de sus cualidades como persona. Y eso fue decisivo en nuestras vidas, guiándonos por el siempre resbaladizo mundo de la ciencia. Si se me permite una referencia personal, recuerdo que me inició en el estudio de los insectos en el viejo departamento de Ecología de la plaza Universitat de Barcelona. Dicho departamento fue pionero, siendo Margalef el primer catedrático de Ecología del país. Esta relación ya no se interrumpió nunca, pues prosiguió con la dirección de mi tesis doctoral, que, entre las que él dirigió, es la última que verá la luz.

Nunca vi que se negara a atender a nadie: sentías que se alegraba de verte y te hacía pasar a su despacho, ofreciéndote aquella silla plegable de director de cine. Cuando te veía preocupado o desorientado, sabía encontrar las palabras adecuadas y siempre con esa sonrisa, unas veces cómplice, otras irónica.

Conservó hasta el último momento ese entusiasmo por la Naturaleza y por la vida que emanaba por todos los poros. La última vez que lo vi (en abril de 2004) me regaló una de las frases más bonitas que me han dicho: «deseo que recorras intensamente la Naturaleza (…) y la inmortalices con imágenes», y eso es lo que he procurado hacer desde entonces. Cada vez que lo pienso no puedo evitar emocionarme… guardaré su recuerdo como un tesoro y procuraré imitarle en lo que pueda.

Resulta inviable reflejar con estas palabras lo que Margalef representó para tanta gente, pero sí es posible remarcar la importancia de la «escuela» que ha creado: somos muchos los que tenemos que agradecerle su entrañable acogida en el departamento. Mi mayor satisfacción es poder comprobar que su esfuerzo no será estéril, porque su obra perdurará a través de sus discípulos. Él supo inculcarnos, además del rigor científico, su ética profesional y personal. Diré, por último, que actualmente hay buenos especialistas en diversas ramas de la Ecología, pero no hay muchos ecólogos completos al estilo de Eugene P. Odum, G. Evelyn Hutchinson o Edward Wilson. Y mucho menos naturalistas en el viejo sentido griego.

Por sus amplísimos conocimientos de los grupos más diversos de animales y plantas, por su método científico, por sus genialidades, por todo, puede ser que nuestro querido Ramon Margalef haya sido – y siempre lo será en nuestro recuerdo – no solamente un ecólogo universal, sino el último gran naturalista.

Albert Masó

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